viernes, 25 de marzo de 2011

El dolor

El gran drama del ser humano es que el dolor no tiene final.
Una vez hecho este descubrimiento, una desazón se apodera del alma, y ya nada viene a ser igual.
Mientras el dolor se adueña de la mente, desaparecen la esperanza, la fe, la solidaridad y el amor.  
Porque todo se desvanece frente al dolor.
Mas la verdadera revelación ocurre cuando se sabe que no tiene por qué tener un final, más allá del final de la propia vida.
Entonces se pierde la fe y se sabe que no hay dioses esperando en ningún lado.
Y cuando todo pasa, si es que pasa, el entender que nada ha cambiado alrededor, que nadie puede saber que has sufrido, que nadie sufre contigo, te hace ver que estamos solos, solos en el dolor.
Los tiranos saben de lo que hablo, porque usan la fuerza y la brutalidad, como aconsejaba Hitler, para dominar a los demás. Llevar a la gente al límite de su dolor la fuerza a cambiar.
Hay una sabiduría en el dolor, igual que hay una sabiduría en el amor, y en la alegría.
En época alegre, uno cree, se comunica, ama a su prójimo y se enamora.
Para el dolor no hay, sin embargo, un entusiasmo o motivación, más allá del momento presente. Uno sólo puede pensar en que acabe, o en que acaben con su vida.
Pero si finalmente acaba, regresan los dioses, regresa el entusiasmo, los amores, la vida. Es muy fácil olvidar el dolor.
El conocimiento que el dolor trae consigo, ése, sin embargo, jamás se olvida.

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