martes, 1 de noviembre de 2011

El lobo estepario

Un grito de angustia contra la sociedad materialista y superficial que veía cómo millones de personas iban a morir en una guerra y que sin embargo seguía, alegremente, ese camino.
El ex profesor-escritor Harry Haller es un tipo de hombre que se da cuenta de que las cosas no son como las están contando desde los medios de comunicación y las altas esferas, una persona que no se divierte con lo que divierte a los demás, que califica de mala calidad la música que a todos anima, de falsas las noticias que la prensa divulga sin llegar a exponer claramente razones para sustentarlas.
Harry, el “lobo estepario”, conoce a otra "loba esteparia", una prostituta lúcida y singular que consigue acallar (mas no del todo) su propia voz interior de angustia con la anestesia de los pequeños placeres banales, y le enseña a él a hacer lo mismo.
A fin de cuentas, ella no es más que otra de las personalidades del mismo Harry.
Esto mismo debe aprender de Mozart y de los inmortales (grandes genios del arte, que viven en un mundo elevado, en los arquetipos del subconsciente colectivo): a reír, a tomar todo como un chiste, para poder seguir viviendo, cargando con la culpa de la existencia, la culpa de vivir en un mundo en el que uno es capaz de irse de fiesta mientras la sociedad se encamina hacia la guerra bajo ideales vacuos, sin verdadero contenido.
Nada le salva a esta personalidad atormentada por la desesperación de no poder sentir y de sentir demasiado hondo, al mismo tiempo: no poder sentir alegría, como sus iguales, y resignarse a ello, a ser diferente; y sentir demasiado hondo la tristeza, el dolor y la muerte de miles de seres, todos aquellos perdedores en las desigualdades y las crueldades de su tiempo.
Nada le salva, ni el amor, al cual destruye.
Sólo la risa, tal vez la risa, la verdadera, la despiadada, la risa justa e injusta, aquélla que está por encima del bien y del mal.