lunes, 5 de marzo de 2012

LA DECISION

Un fuerte viento azotaba mi cara, tan fuerte que me hacía odiar aquel momento y todo lo que se encontraba a mi alrededor.
Era inevitable pensar en todo lo que dejaba atrás.
Mi largo cabello suelto, siempre suelto e ingobernable, latigaba mi piel sin piedad.
-El viento no tiene compasión-pensé-. El viento no tiene corazón; ¿por qué yo sí?-
Las nubes se tornaban de un gris rosáceo sobre un mar de color turquesa en cuya superficie un tono plateado anunciaba que la tarde comenzaba a decaer.
Me encantaba apretar contra mí mi ropa, sabedora de que pronto tendría frío.
Enseguida cambiaría aquel escenario hermoso por un destino incierto, tal vez sin retorno.
El solo pensar en mi futuro me hizo estremecer.
La libertad se cernía ante mí como un ave maravillosa que me sonriera pícaramente antes de levantar el vuelo e irse para siempre. La libertad como una puerta hacia millones de mundos posibles o hacia la nada.
-Si me quedo-me dije, convenciéndome a mí misma por enésima vez de que lo que estaba a punto de realizar, aquel viaje por el mundo, estaba bien-nunca lo sabré.-
-Si me voy, no sé qué será de mí.-
Maldije al viento, a la arena que me dañaba la piel y a aquel hermoso escenario.
Me maldije a mí misma por irme y dejarlo todo.
Con una sonrisa, agarré mi mochila y me subí al barco.