sábado, 19 de febrero de 2011

Monstruos

La muchacha se miraba al espejo, cansada de oír que era bella, realmente bella. La gente la admiraba por la calle, los hombres la miraban , le escribían cartas de amor, morían por aquellos ojos suyos, por aquellos labios, decían.
La muchacha se miraba al espejo. Ella veía unos ojos, una nariz, una boca. Miraba y remiraba aquellos rasgos, en busca del secreto de la felicidad. Colocaba el espejo de cara a su figura, y donde los demás añoraban un cuerpo de ensueño, ella tan sólo descubría una piel gastada, una masa informe, un conjunto de huesos, músculo, vísceras, revoltijo de pieles arañando su esencia.
Donde todos hallaban una hermosa sirena, ella encontraba un feo escarabajo.

Uno por uno, la muchacha a sus novios los fue rechazando. El amor se acercaba, mas el  montruo lo alejaba enseguida, pues el monstruo la amaba. Y ella le amaba a él.

Uno por uno, aquellos príncipes de porcelana y sueño, le ofrecían tesoros, palacios, la vida entera, el amor.
Ella creía amarles, les sonreía, les abrazaba, les hacía elevarse al cielo.
Mas al final, el monstruo les expulsaba para siempre.

En la soledad del espejo, la muchacha lloraba por su suerte amarga: "¿qué he hecho yo, Dios mío, para ser tan fea?". El monstruo se reía, con dientes picados, sabiéndose vencedor una vez más.

Él veía lo que todos: una hermosa mujer, tan dulce y serena que, por ella, hasta el alma se daba.

sábado, 12 de febrero de 2011

Paisajes

En las inmensidades de los océanos descansan seres de apariencia fantasmal y espíritu lento, desahogado y monstruoso. Su existencia transcurre sin que sea alterada, al menos conscientemente, por fenómeno alguno del lado humano.
Estos seres, aparentemente inservibles más que para la Ciencia, no saben de la vida de fuera.
Alrededor de la fosa de las Marianas, donde la Tierra se abre en llagas  que escupen columnas de fuego como las del Apocalipsis, la vida se ha adaptado a ese infierno particular, y surge en diferentes y extrañas formas para nuestros prejuiciosos ojos.

Una ciudad entera, en la que cupieron un día varios de miles de personas, me fue una vez enseñada en una áspera y asombrosa región turca.
De esas personas, muy pocas salieron a la superficie, y sus vidas transcurrieron, desde el principio hasta el final, bajo tierra. Este fenómeno duró varios siglos, no se ha precisado el número.
Bajo la tierra, como si fuera un hormiguero gigante, a escala humana, construyeron sus cocinas, sus baños, sus comedores, dormitorios, etc.
Deseo recalcar tres cosas: 1) había miles de personas,  2) jamás salieron de allí y  3) durante siglos.
Entre ellas, las ciudades se comunicaban por larguísimos túneles de varios kilómetros.

Los seres humanos que pueblan aún algunas zonas del planeta y que no han salido nunca de lo que llamamos la Prehistoria, viven ajenos a toda noticia del resto del mundo humano.
Sólo una cosa: le temen, y no quieren saber nada de él.

Una mujer de mediana edad -pongamos 47- y mediana figura -pongamos entradita en carnes-contempla una vez más una telenovela sudamericana -su favorita- en la televisión estatal. Después -lo tiene todo controlado- empieza el programa de cotilleos -de telecinco- en que un homosexual con mala leche mete el dedo en las heridas de los demás hasta no dejar ni gota de sangre en ellas.
Así pasan los días, y ella se siente feliz en su humilde vida de televisión, fregona, cocina, compra y esperar al marido y los hijos.
La altera un poco que la vecina lleve siempre tacones muy altos y se ponga coquetos gorros de vez en cuando.

viernes, 11 de febrero de 2011

Pasará

Pasará. Eso canta Javier Ruibal, en pleno delirio de su cordura. Pasará.

Que pasará, eso ya lo sé. Eso ya lo sabemos. Porque todo pasa. Pasó el sufrimiento de Bibi Aysha. Pasó la muerte de mi tía, el año pasado.  Pasó la caída de las torres gemelas, el tsunami del sudeste asiático, las cuatro glaciaciones, la guerra de Irak.

Pasará. Y después, ya la memoria tan  sólo recuerda vagamente aquello que pasó. O lo recuerda, pero ya no le duele. O le duele, pero ya no tanto. O se le ha olvidado por completo.

Pasará. Pero mientras pasa, la vida se hace eterna, y cuando ha pasado, aquello sólo fue un suspiro.

Qué es la felicidad? Lo pregunto desde el punto de vista de una niña inocente, a quien se le deja hacer esa clase de preguntas.

Pasará. Pero mientras pasa, ay, el corazón se ahoga en la garganta, mientras pasa. Y la felicidad se escapa por entre los dedos, y se convierte en nada.