sábado, 12 de febrero de 2011

Paisajes

En las inmensidades de los océanos descansan seres de apariencia fantasmal y espíritu lento, desahogado y monstruoso. Su existencia transcurre sin que sea alterada, al menos conscientemente, por fenómeno alguno del lado humano.
Estos seres, aparentemente inservibles más que para la Ciencia, no saben de la vida de fuera.
Alrededor de la fosa de las Marianas, donde la Tierra se abre en llagas  que escupen columnas de fuego como las del Apocalipsis, la vida se ha adaptado a ese infierno particular, y surge en diferentes y extrañas formas para nuestros prejuiciosos ojos.

Una ciudad entera, en la que cupieron un día varios de miles de personas, me fue una vez enseñada en una áspera y asombrosa región turca.
De esas personas, muy pocas salieron a la superficie, y sus vidas transcurrieron, desde el principio hasta el final, bajo tierra. Este fenómeno duró varios siglos, no se ha precisado el número.
Bajo la tierra, como si fuera un hormiguero gigante, a escala humana, construyeron sus cocinas, sus baños, sus comedores, dormitorios, etc.
Deseo recalcar tres cosas: 1) había miles de personas,  2) jamás salieron de allí y  3) durante siglos.
Entre ellas, las ciudades se comunicaban por larguísimos túneles de varios kilómetros.

Los seres humanos que pueblan aún algunas zonas del planeta y que no han salido nunca de lo que llamamos la Prehistoria, viven ajenos a toda noticia del resto del mundo humano.
Sólo una cosa: le temen, y no quieren saber nada de él.

Una mujer de mediana edad -pongamos 47- y mediana figura -pongamos entradita en carnes-contempla una vez más una telenovela sudamericana -su favorita- en la televisión estatal. Después -lo tiene todo controlado- empieza el programa de cotilleos -de telecinco- en que un homosexual con mala leche mete el dedo en las heridas de los demás hasta no dejar ni gota de sangre en ellas.
Así pasan los días, y ella se siente feliz en su humilde vida de televisión, fregona, cocina, compra y esperar al marido y los hijos.
La altera un poco que la vecina lleve siempre tacones muy altos y se ponga coquetos gorros de vez en cuando.

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