sábado, 18 de enero de 2020

Jordania

Pasaba las horas muertas paseando en el bazar. Visiones de especias, jabones, hierbas curativas, alegres vestidos de fiesta, en los escaparates, gente por doquier, alguna mirada curiosa, hacia mí; esos frutos secos, lascivamente organizados en profunda belleza estética, los puestos de zumos naturales, el sonido de la mezquita, con su terrible cante, llamando a rezar… Mi corazón se decantaba entre dejarlo todo y lanzarme a la aventura, o continuar con mi realidad: ¿por qué la vida debe ser tan drástica?; ¿por qué se ha de estar atado a una existencia en la que, como si de una cadena de montaje se tratase, se despachasen vidas de fábrica, cual coches ford? Fue aquel el día en que, plantada ante Dios, le miré cara a cara y le dije: sea en mí tu voluntad.

Seamos sinceros

Seamos sinceros. ¿Qué es lo que nos mueve el alma, lo que nos hará eternamente agradecidos de haber vivido, de haber sido el producto de esta maravillosa, increíble, milagrosa casualidad de estar vivos? Seamos sinceros: ¿es la cultura que hemos adquirido? ¿la casa preciosa? ¿la sonrisa hermosa, ante uno mismo, en el espejo, sabedor de que se tiene un atractivo que hace girar cabezas y torcerse las farolas? Sé sincero, sé sincera. Fue ese olor a macho, a hembra, al yacer juntos, juntos en el sexo, juntos en las miradas que se engancharon una en la otra para siempre. Fue ese bebé que te nació entre las piernas, si eres ella, que acunaste en tus brazos al nacer, al cual mirabas como agua de lluvia en plena sed. Si eres él. Fue la carne, fue el mar salado, fue ese beso de mariposa que te dieron de niño o niña, o ese árbol al que subiste, al que no debías haber subido. ¿Qué sería de nosotros-de nosotras- si Eva no hubiese cogido nunca la manzana? ¿Si Adán le hubiese regañado y denunciado ante Dios? Seamos sinceros. Sinceras. Sólo aquel-o aquella- que te hizo pensar sólo en él-o ella- ignorando catástrofes, sólo eso es lo que se llama VIDA.