Me sequé.
Lo gritaban las hojas rojas,
mecidas por el viento de otoño,
a punto de arrancarlas.
Decían:
"Si sigues así, te secarás".
Me lo gritaban las viejas sentadas en las puertas de sus casas,
vestidas de negro,
con faldón y pañuelo en la cabeza:
"Te secarás",
me decían con sus ojos de loba.
Me sequé.
Y yo era vergel,
aquél del Génesis.
Me sequé.
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