sábado, 14 de mayo de 2011

Inspiración

Las aguas cristalinas caían, poco a poco, desde un huequecito rajado en medio de la roca, hasta el riachuelo que esperaba abajo. El sonido del agua fresca chocando sobre las piedras se esparcía por entre las plantas y árboles, entremezclándose con el aleteo de las libélulas y los cantos de los pájaros, a lo lejos.
Había un enigma en todo ello.
Una misma música lo enlazaba todo, pues el mundo visible puede trasladarse a un compendio de números, y estos, a su vez, a una serie de notas musicales, y juntas todas, a una sinfonía.
La muchacha se hallaba sentada en la hierba, pensando en esto.
El cuerpo mismo de la muchacha se podía trasladar a un conjunto de números, y éste era a su vez una sinfonía completa.
El mundo entero, quizás el universo entero, podía traducirse al lenguaje musical y consistir en una sinfonía completa, perfecta. Universo. Uni-verso. Un solo verso, ¿era éste, quizás, el significado de la palabra? La física ha dicho que todo proviene de uno, de un mismo punto infinito por arriba y por abajo, en el espacio. Eso mismo lo dijeron otros, por pura intuición, que se sepa, muchísimos años antes.
Si una misma música lo forma y conforma todo, ¿debería ser una música sin sentido, o con él? Una música cuyo significado sólo tiene sentido por su traducción a números, mas una música al fin y al cabo, con posibilidad de combinaciones nuevas, todas predichas desde una misma fase.
En esto pensaba la muchacha, aquella hermosa tarde de primavera, junto a un río.
Tenía el cabello largo y oscuro y la piel suave.
Elevó sus ojos al cielo, el tiempo había cambiado de pronto, unas nubes grises oscurecían el horizonte y una pequeña gota le había caído en la frente.
En aquel mismo momento se acordó de aquel hombre moreno y un escalofrío de agrado le recorrió el cuerpo.
Es tan bello el comenzar de un amor nuevo, sobre todo en primavera.

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